fue mi prefecto de estudios y a él le debo el amor a la SRI y al latin, la teología y la filocalía. Sin belleza y misterio no hay cristianismo
DIMOS TIERRA AL DEÁN DE COMPOSTELA
Cargado de años y de virtudes y sufrimientos sufrió persecución por la justicia bajó al sepulcro en el claustro de la catedral de Mondoñedo entre paletadas de tierra sordas y los ecos del dulce canto de la Salve Regina que en la tarde de verano subían al cielo.
Creo haber sido el único de aquella pléyade de seminaristas a los cuales formó para el sacerdocio en el seminario de Segovia por don José María Díaz (1930-2025) que asistió a su sepelio y mucho me honro de eso.
Lo considero como un aviso y un carisma y un premio o tal vez un privilegio por haberle defendido a mi viejo prefecto contra los malsines de horda ─ hay que distinguir entre amigos, amigotes y amiguiños, decía,- tratándonos de disuadir de la peste de lo que llamábamos amistades particulares, el encierro, las hormonas sobresaltadas, el amor místico trocado en amor carnal hacía que algunos educandos se enamorasen del compañero, aunque sepan cuantos los que quieren atacar a la iglesia por el sexto mandamiento que nuestra fe es algo sublime y no un problema de bragueta.
Satanás enreda lo suyo y nos están confundiendo porque también el Evangelio y la casulla con que arroparon el féretro es una dádiva del Cielo.
Y a mí me ocurren a veces cosas inexplicables ¿Cómo me enteré yo de la muerte de mi querido prefecto? No podía dormir, abrí internet y supe la noticia.
Al día siguiente mi mujer y yo conducimos a lo largo de los trescientos km que separaban nuestra casa de Mondoñedo y allí subimos entre montes pinariegos como música de fondo el oleaje de la mar rizada de Vegadeo.
Conté tres obispos, cincuenta presbíteros y tres diáconos oficiando la misa de Réquiem.
El predicador del panegírico se fue por las ramas y no hizo referencia ninguna a los sufrimientos y desdichas que trajo aparejado el robo del famoso incunable escrito por un papa el siglo XII que milagrosamente apareció intacto. Un verdadero milagro. A causa del robo fue difamado y destituido de su canonjía como deán y archivero de la catedral compostelana.
─Antonio ─me dijo en una carta─ estuve a la muerte a causa de este sufrimiento.
Los que conocíamos a don José María sabíamos que era un genio, un sabio y un santo a su manera.
Podía lucir la mejor sotana de cachemir pero luego iba por todo el seminario en zapatillas. El desaliño exterior y su mirada de genio contrastaba con el aseo y pulcritud de su mente.
Tenía una memoria prodigiosa, conocía como nadie la historia de la iglesia en sus triunfos y en sus fracasos en sus virtudes y en sus mermas.
Recuerdo una de sus conferencias en la iglesia del seminario mayor que, imbuido de dotes proféticas, anunció la gran desbandada y la crisis producida por el aggiornamiento. Efectivamente los seminarios quedaron vacíos.
Veía el Vaticano II y las innovaciones conciliares como un signo de la crisis eclesial pero él que conocía bien la historia decía que la nave de Pedro zarandeada por la borrasca seguiría incólume su singladura a través de los tiempos.
Los hechos parecen haberle dado la razón a este presbítero asturiano de Coaña por parte de madre y segoviano de Coca por su abuelo paterno.
Sus exequias ya digo han sido multitudinarias y triunfales. Nunca vimos tanto cura y tanto obispo oficiando una misa de réquiem. Repicaban las campanas de gloria.
En la ceremonia del portapaz yo fui a dar la paz a un sobrino suyo que era clavadito a él rubio, alto, bien construido y posteriormente a su hermano menor también sacerdote al cual vi hace muchos años portar por la Escuela de Periodismo de la Iglesia la que estaba en el edificio León XIII.
Fue una tarde alegre. Las campanas de la sede mindoniense repicaban a gloria. El toque no me pareció de clamor. Justus ut palma florebit (el justo florecerá como la palma) y en una de las capillas otro milagro me encontré con una talla de una Virgen inglesa que trajeron los españoles de la Armada Invencible.
Ese cromo lo tengo yo en mi escritorio para pedir por mi hija inglesa a la cual apenas he visto desde hace más de cincuenta años. !Ah Dios mío cuanta belleza tiene el catolicismo por más que muchos lo tengamos olvidado! Credo. Cruz. Caridad. Carisma. De eso es lo que se trata. Ayer subió al cielo un sacerdote gallego que fue mártir de la causa.
martes, 22 de julio de 2025