ESTO ESTÁ MAS NEGRO QUE UNA NOCHE DE ÁNIMAS
Este latiguillo era el que soltábamos para conjurar el miedo
La Noche de Ánimas cuando subíamos a la torre del cementerio de una iglesia del siglo X. Miles de muertos en aquel recinto. Las parcas incesantes habían laborado abondo para abrir tumbas en los enterramientos a lo largo de más de mil años. Eran nuestros ancestros. Una escalera de caracol con los peldaños gastados por las pisadas milenarias de los sacristanes daba acceso a la torre. Llovía, estaba oscuro, las nieblas se cernían sobre el valle.
Aquellas noches todavía sobrecogen mi memoria con el sonido melancólico de los toques a clamor que eran golpes espaciados irradiando el somo de Fuentesoto de lúgubres sonidos de recordación.
Tan. Tan. ¿Quién es? tan, tan quien será. Déjalas, hijo, que ellas solas se irán. Las ánimas son. ¿A qué vienen? A pedir responsos y recordación. No no me voy que en la sala estoy. No me voy, no me voy que agarrándotelos pelos estoy... Madre mía qué pavor. Metíamos, sobrecogidos de miedo, la cabeza bajo una manta y sea lo que Dios quiera.
El cura don Acisclo nos tranquilizaba dándonos a beber el traguillo de vino de la cosecha recién vendimiada. Aquel mosto sabía a glorias. También pasaba el aguardiente. Se nos pasaba el miedo y, ya serenos, hablábamos muy parlanchines con los muertos que regresaban en efigie o representación hasta aquel altar donde generaciones de hombres y mujeres habían elevado sus plegarias a Cristo redentor.
El cura que era el que más tientos daba al jarro, tacto de codos, dijo una frase que tenía poco que ver con la Noche de Difuntos sino una máxima de conducta para andar por la vida en España. “El que vive entre hombres ha de tener la astucia de serpiente y la prudencia de un magistrado y estar siempre más tieso que un fiscal ... ojos de águila, paso de lobo, y hacerse el bobo”
Mi amigo Felichín que era un púa, listo como un lince completó la sentencia del buen párroco:
─Evidentemente don Acisclo, lleva vuesa merced toda la razón, que al amigo el culo, al enemigo por el culo y al indiferente que lo apliquen la legislación vigente
─!Qué cosas dices, rapaz! Muy bien dicho.
Y en esas estamos ahora mismo en España, que vive una perpetua noche de ánimas. Vuelve Puigdemont con ganas de fumigarnos. Quiere desratizar esta nación.
Pronto pasada la noche, amanecía, tocaban a misa, cesaba el clamor y los badajos con su lengua de bronce convocaban a los vivos y los muertos con el grito de Resurrección.
Lo que dijo el Filuchi y los consejos de don Acisclo me han servido a mí de vademécum para trampear por los caminos de mi patria. Y ayudadme zancas que en esta vida todo son trampas. Y acechanzas
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