GRANDES DIFERENCIAS ENTRAMBOS FLAGELOS EL COVID Y LA PESTE NEGRO. AHORA HAY MASCARILLAS Y MÉDICOS Y ENFERMEROS EN 1348 NO SE ATREVÍAN A TOCAR A LOS APESTADOS
LA PESTE NEGRA DE 1348 Y EL COVID DE 2020
Gracias a Dios y la intercesión de la Virgen Santísima y de Sta. Teresita de Lisieux de la cual soy devoto salvé de la peste. Vaya ,i agradecimiento a los médicos que me cuidaron en el hospital del Escorial el pasado marzo de 2020 y a las enfermeras emigrantes en su mayor parte. Quedaronme algunas secuelas. Se me cortaba la respiración y tenía como un nudo en la garganta que me costaba expectorar. El remedio empleado para deshacer ese nudo fue (mirabile dictu) que volví a fumar n pipa. El humo del tabaco alivió mis fosas nasales. Creo que soy un hombre nuevo después de tal trance. Vi la muerte de cerca, ─el paciente con el que compartía habitación un hombre joven del Opus que leía "Camino" falleció en siete horas─ encomendé mi alma a Dios aferrado a las cuentas de mi rosario y fuere lo que Dios quisiera. La noche del 19 de marzo fiesta de san José tenía mucha fiebre, uno de los facultativos me administró aneurol, sudé toda la noche hasta empapar la cama y a la mañana siguiente me sentí mejorado. Pronto me dieron de alta. Al abandonar la sala el personal del hospital empezó a aplaudir y yo me sentía como Curro Romero sacado a hombros de la Maestranza en una tarde triunfal.
Ahora estoy leyendo a Bocaccio que escribió el Decameron como "vacuna" psicológica contra los pesares de aquella endemia que en los seis meses que duró de marzo a octubre de 1348 en la patria del Dante acabó con la vida de casi cien mil personas. Hay una gran diferencia entre aquella epidemia local y esta del Covid global. Entonces no había enfermeras heroicas como las que hemos tenido en España. Los enfermos eran abandonados a su suerte.
Si tenían la suerte de encontrar algún medico este les tomaba el pulso con la cara vuelta a la pared para no recibir el aliento del apestado. Cerraron las posadas, las tabernas y los burdeles. Sólo estaban abiertas las farmacias, las iglesias y las notarías porque los florentinos se agolpaban a la puerta para hacer testamento. "Ninguno afectado por el morbo, dice Giovanni Bocaccio, aguantaba al cuarto día".
La gente huía al campo para evitar el contagio, algo que se está produciendo actualmente: el personal busca casas en el extrarradio y abandona los cuartos en las ciudades. También subieron los precios de los alimentos y otras utilidades un cincuenta por cien. Se instauró el hambre pero la humanidad salvó y siguió viviendo gracias a Dios.
La gripe del s. XIV fue difundida por las ratas. Quienes contraían la enfermedad congestionada la sangre adquirían un color negro las venas se apelmazaron y se volvían tierra, los enfermos se quedaban pajaritos en sus moradas y nadie sabía que murieron hasta que hedían, los vecinos contrataban a unos camilleros con angarillas y echaban el cadáver en la fosa común. Esta de ahora se achaca─peregrina tesis─ al mordisco del murciélago.
Pero esto tampoco es seguro. Existen muchas opiniones al respecto. La etiología del bacilo está sujeto a especulaciones múltiples de los lemólogos a veces contradictorias y aparte de un flagelo médico ha pasado a ser un problema política que alimenta a los grandes monstruos de la contradicción. Yo que soy católico apostólico y romano con puntas y ribetes de ortodoxia bizantina veo el virus como un aviso de la divinidad instándonos a la conversión. Este es el metanoite de san Pablo, amémonos unos a otros, perdonémonos. Que Cristo está en la historia sin meter mucha bulla lo experimenté en la solicitud y amor con que me atendía aquella enfermerita ecuatoriana gachupichi. Dios se lo premie y mi lema es un anuncio de esperanza y de reportación a mis hermanos. No temáis que Él está ahí aunque su presencia apenas se le nota. "Ne bayotsa" (no temáis) que dicen los rusos.
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