miércoles, 17 de febrero de 2021

 

EL GENERAL CHICHARRO SE COME UN CHICHARRÓN

 

Ya está el gato en la talega. El lío montado vuelco de viceversas y no me la enseñes más que me matarás. Defender nómina y el escalafón y ponerse medallas de batallas perdidas: el Sahara entregado. Marchas verdes e invasiones que vendrán, guerra de Yugoslavia. Y estar ahí en un despacho con moqueta para contarlo.

 En Krasny Bor nos dieron los rusos hasta en el carné de identidad pero quedaron algunos valientes para la narrativa de  aquel gesto heroico. Eran unos soldaditos que miraron a la muerte cara a cara. Un puñado de ellos sobrevivió al ataque de la horda marxista que avanzaba sobre las líneas a base de traguillos de vodka y con comisarios a retaguardia a punta de pistola. Como Tomás Salvador, Fernando Castiella, José Luis Berlanga, Donato León Tierno, Luis Romero, Emilio Lorenzo, Dionisio Ridruejo, inter alia.

Así que no nos venta este Chicharro que se ha apropiado de los papeles del General Franco por recado de los sionistas con alicantinas en plan de “miles gloriosus”.

Aquí abundan los personajes dignos de comparecer  como personajes de la comedia de Plauto calzándose el coturno.

La orden de desespañolización y desmovilización viene precisamente de las instancias a las cuales este general en la reserva ampara y defiende para preservar la nómina del “Correo de España”. Son los mismos financieros de los separatistas y de Podemos.

La novela de Salvador “División 250” es un estruendo profético al aire de un treno de Jeremías: Rusia resucitará. Yo creo en esa profecía del gran novelista palentino el divino sordo de Villava, el mejor novelista de aquella generación, que perdió el oído a causa de los estampidas de una batería de la Wehrmacht que disparaba contra los rusos con un cañón de calibre de artillería de costa.

Le recuerdo a vuecencia que todos los comisarios eran judíos y muchos como Ilia Ehrenburg y el cheposo Rosemberg implantaron el terror rojo y la checa en la guerra de liberación nuestra. Está claro que era una devolución de visita. Stalin a muchos de ellos les mandó liquidar pues le estorbaban o los largó a Siberia donde organizó una república hebrea independiente.

No se lo perdonarán jamás.

El oráculo no satisfizo al gran sanedrín.

 Rodrigo Royo se enamoró de una hebrea en Vilna y trató de salvarla de la Gestapo como cuenta en su novela “Guerra”.

Entrambos (Salvardor y Royo) murieron arruinados, humillados y ofendidos por los de una Falange espuria hecha a la medida de los fulanos de “Pueblo” el Merino, Antonio Izquierdo, Latorre, de la Viuda, José María GARCÍA, los dos Reverte, Navas, Amilibia y otros canallas. Inventores del periodismo color butano. Fueron los trepas de la cucaña del franquismo.

Yo me he movido en dirección contraria a toda esta corte de aduladores, en demanda y procura de la verdad  y he constatado hechos “Franco y Sefarad un amor secreto” un texto del cual me arrepiento.

El pueblo errante sigue haciéndose la pregunta de Pilatos: “quid est veritas”. Y es que la verdad les importa dos rábanos. Sólo tienen memoria para lo que les interesa. Son propagandistas consumados a sabiendas de que la razón histórica no les da la razón por lo cual la desdeñan.

 Nos toman el pelo. Nos venden la burra mal capada.

 Para espantar el fantasma del deicidio que pesa sobre sus espaldas controlan, adalides de la publicidad, la tesis y la antítesis, explotan incluso el antisemitismo como vacuna de supervivencia, y andan ahora en una promoción deletérea gritando por ahí Delenda est monarquía et delenda est Hispania.

Porque el odio y la autoflagelación les ayuda a sobrevivir El gran consejo ha gritado Delenda est Hispania.

Un ángel negro bajó y agitó las aguas llenando a nuestra querida patria de humo y confusión.

A chicharrones como usted mi general de una Armada que pierde todas las guerras le convendría callarse un poquito y no profanar la memoria de aquellos españolitos que sucumbieron a causa de la incapacidad de un mando alemán que se puso nervioso y no pudo contener el impulso arrollador de la infantería soviética.

Los organillos de Stalin los coparon como conejos y muchos perecieron aplastados por los relejes de los carros rusos en el mismo pozo de tirador donde se apostaban.

Usted, general, no estaba allí. Quedó para contarlo y colocarse medallitas. Cómase el marrón, mastique su chicharrón y no nos le regüelde luego por favor puesto que al general Franco no le hace ningún servicio. Más bien todo lo contrario

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