jueves, 13 de noviembre de 2025

  HISTORIA DE UN AMOR INGLÉS. PUNTO FINAL

 

Línea Tras línea, párrafo a párrafo, verso a verso y siguiendo el consejo ciceroniano “nulla dies sine línea” acabo de poner punto final a mi autonovela (un nuevo género) “Historia de una amor inglés” escrito desde la cama de un hospital o desde el chamizo donde me recluyo para tratos insolentes y a veces entusiastas con las musas.

 Como parte de mi obra está inédita  impresa en  cuadernillo que encuaderna una gentil señora del Pardillo, he preferido darla a la estampa para que se vea escrita y temblando en un papel trabajando con Círculo Rojo

Es más que una editorial una casa de acogida a los escritores noveles y yo no soy un novel ya; me salieron los colmillos retorcidos en el oficio y son casi cerca de sesenta años desde que me fascinó el tufo de la letra impresa y el fragor de las linotipias pero las editoriales de ahora de autoedición carecen de correctores de pruebas, se ha de pelear con los gazapos y con las trabas de dactilografía del Word que a veces juegan malas pasadas al escritor pues donde pone digo hay que poner diego. 

Es la fiesta del Juan Palomo yo me lo guiso, yo me lo como y eso es otra sin acceso a las librerías tan en precaria porque todas exigen a un representante o distribuidor para colocar el libro en sus estantes.

 ¿No es esta una nueva forma sibilina de censura? ¿Es que ha regresado a estos sexmos la inquisición? Pues ellos dicen que sí y yo diría que no pero esto es lo que hay. 

Y encima me baño en agua de rosas muy agradecido de ver mi obra desvalida pero recién nacida que se amontonará en los anaqueles del almacén o le espera el triste destino de la cuesta Moyano donde allí estará el feo y narigudo Mesié Gomiz con la rebaja. 

Sin embargo yo que soy medio inglés creo en el axioma del magnate de Fleet Street lord Northcliffe “publish and be damned”. Publicad  malditos que las ideas vuelan por el aire. Jodó petaca. No queda otra. 

Historia de un amor inglés es una crónica de mi enfermedad a la cual he vencido olvidándome de ella. Es un acto de contrición por los muchos pecados y desvíos cometidos. El mayor haber quebrantado mi juramento de amor con aquella inglesa. 

Los ojos de la Suzi flotan a través de estas páginas en las cuales encontré la formula repetitiva de las letanías rusas. Kirieeleison. 

A la par, el protagonista que puedo ser yo pero pueden serlo muchos otros se pasan el día pegados a la pantalla del ordenador consultando las páginas porno y en ellas surge como una diosa igual que una zarina Olga la Larga una beldad ruda, que es una ninfómana, presa en las garras de un proxeneta polaco que la saca de su país en el Extremo Ruso y la convierte en mercancía este infame tratante de blancas al cual el protagonista amenaza con un desafío a la antigua usanza pero es un desafío cibernético

 Porque Olga la larga no dice nunca su ubicación aunque transmite sus apariciones primero desde una ciudad rusa, luego se va a Polonia, más tarde en Tel Aviv y por último su destino es el de todas las putas rusas Estambul. 

La novela es un viaje de alcahuetearía sin fin. A la gran belleza rusa la vemos decaer. 

Su belleza se marchita se forma inexorable, adicta a la droga vemos como se dilatan sus pupilas y aparece fumada y su cuerpo de carnes blancas pigarjas que no muestra nunca a no ser en los privados de pago aparece ruin y emaciado. 

Se supone que caerá enferma y no sabremos cual ser el triste final de Olga la Larga pero estando en estas ocurre algo imprevisto vuelve a Rusia y el protagonista portado en las alas de un cuervo vuela a Rusia y asiste a la toma de hábito de la concupiscente hetaira en el monasterio de Novodievihci donde profesan las doncellas nobles. Vestida de blaco y coronada de flores su cabeza se desposa con Xto, La abadesa la corta una parte de su hermosa cabelleta con tijeras de oro, pues resulta que Olga es descendiente del zar Nicolás II asesinado en la casa de Ipatiev el rico mercader judío.

 Sin embargo Verumtamen no consigue su sueño de volver a ver a su hija Helen antes de morir, fruto de su amor inglés y acepta resignado este desaire mientras se enfrenta a su próximo final. Las felaciones, los meneos y suspiros de las grandes salas del despelote, donde toda lujuria tiene asiento le hacen reír porque con la operación de próstata y su posterior tratamiento ha sido emasculado y el sexo le causa curiosidad e hilaridad. 

Trata de expresar por una frase su desencanto pero por otra su fascinación  porque Internet ha conseguido que todo aquello que se consideraba pecado mortal, ibas al infierno de cabeza, ahora es un pecadillo y todo lo relativo a la sexualidad manda en página. El mundo mundial es una versión de Sodoma y Gomorra moderna gracias a los lúbricos salones de la masturbación global

martes, 11 de noviembre de 2025

 

HOY ES SAN MARTIN PATRONO DE EUROPA UNA HISTORIA DE FILANDÓN QUE ME SALIÓ PERFECTA SE LO DEDICO A LOS DE MEMBIBRE DE LA HOZ PUEBLO DE SEGOVIA DO NACIÓ PAPÁ Y DE DONDE VENGO YO Y TODOS LOS PARRAS

  SAN MARTÍN

Llegado san Martín entraba el invierno por la portada con los primeros cierzos otoñales; las ovejas del redil regresaban a la tenada y por las hoces del río de Membibre se sentían las esquilas de la punta de vacas toriondas que había llevado mi tío Felipe a la parada, y el macho renco de Ursino subía solemne hacia los recuestos del camposanto tras la iglesia con su ábside románico, las artolas atestadas de cangrejos; los cuévanos aun olían a la uva recién pisada dentro de los lagares de la vendimia. Había que ir a besar al santo.

Acto seguido, mudarse para la fiesta. El 10 de noviembre tocaban a vísperas y se acercaban por la nava los dulzaineros de Peñafiel, alguna vez los titiriteros de Pecharromán pero, indefectiblemente, no faltaban a la cita Cástulo y Manahén los tíos del bote. Se jugaba mucho dinero a la hora del baile y allí estaban los dos colegas a mitad de la plaza Franco, en torno a una mesa verde que alumbraba un candil. Enzarzando combinaciones de dados y póquer. De vez en cuando se escapaba alguna palabrota.

       —Arriba la banca.

        —Ya se me han jodido veinte duros, chiquitos. No juego más, Bigotes. Que me das el cenizo.

Y el perdedor se iba bufando entre las parejas que bailaban al son de la gaita y tambor y los chavales que lanzaban bengalas. La pareja de la Benemérita mosquetón en ristre y escarcela terciada a la espalda seguía a distancia las evoluciones del juego, los arrumacos de los novios (que corra el aire) y los desplantes a veces no tan fraternales entre los mozos del pueblo y los forasteros.

A los de Vegafría les gustaban las chicas de Membibre y a éstos últimos al revés, lo cual que por las fiestas con el ardor del vino no faltaban las broncas.

Nunca se me olvidarán aquellos tíos del bote. Uno era alto, híspido, el pelo en escarpia como el palo una escoba; llevaba un mandil de menestral y peinaba dos enormes bigotes de alabardero; el otro era pequeño gordo y cachazudo.

La abuela hacía un extraordinario y comíamos asado, para postre castañas o requesón, los años buenos, melocotón en almíbar.

En el retablo de la iglesia había un sanmartín muy guapo, montado a caballo y vestido de legionario romano, con sus caligas, el penacho de plumas de avestruz la galea (a mi primo el Aurelio le llamaban la atención las carrilleras de aquella imagen y el gesto desprendido); y a sus pies un pobre desnudo, al cual el santo entregaba su túnica, después de haberla escindido en dos con su espada. Una buena tapa todo lo tapa. Aquel centurión de la Legio Victrix colgó la galea y la lanza, se apeó del caballo como Saulo y, recorriendo los caminos de Cristo, predicó su fe por toda la Galia. Le hicieron obispo de Tours y fue durante muchos siglos el símbolo de Europa, generosa y despendida, que daba pan y cobijo a los pobres. Tratando así con el ejemplo de demostrar que la caridad cristiana todo lo puede.

Si alguien te pide (dijo N. Señor) que le acompañes un kilómetro vete con él  una milla y si te pide la túnica entrégale la capa y el gorro.

Todo el afán de este soldado húngaro fue vestir al desnudo, dar de comer al hambriento y de beber al sediento. Europa quiso ser entonces símbolo de tierra de acogida. El que ama nunca se equivoca aunque se exceda. Una personalidad misteriosa fue san Martín, santo muy humano hasta el punto de punto que solo en Francia hay más de quinientas villas y aldeas bajo su advocación. En España son muchísimos los templos a él dedicados. No menos impresionante fue el culto a sus reliquias.

Una buena capa todo lo tapa, incluso nuestras miserias ocultas. Y cobardías, nuestros renuncios. Igualmente y del mismo modo, en Alemania el 11 de noviembre se festeja el Heilige Martinus Tag con juegos de bolos; los bávaros se hinchan a tajadas de ganso trasegadas con cerveza. Hay partidas de pelota, charadas, procesiones y martingalas.

En Francia por san Martín se pagaban todas las deudas y en Inglaterra se ajustaba a la servidumbre de la casa del squire.

Es un santo a la vez románico y germánico al que los cronistas eclesiásticos relacionan con Prisciliano al que trató de salvar de la hoguera. No existen herejías para el que ama de buena fe a sus semejantes por lo visto y está dispuesto a dar la vida por su hermano.

El culto a san Martín que irradia desde las Islas Británicas hasta Compostela, desde el Báltico hasta Sicilia, constituye uno de esos maravillosos misterios de la fe católica en que el evangelio se funde, se confunde, y se trasfunde con la mitología, los dioses oscuros y las divinidades sincretistas. Este culto se encuentra relacionado con las peregrinaciones jacobeas, la hospitalidad y el vagabundaje, cuando el alma echa andar en busca de su criador. Y es el complemento, la otra cara más amable de la moneda, al culto miguelino, que patrocinaban los señores de la guerra.

Su luz resplandece como una vela votiva en el mes de difuntos, cuando bajábamos a las comedias que echaban en Sacramenia o nos reuníamos en el cocedero de la Tia Caya la tarde del hilandón para asar castañas, darle un par de besos al porrón y contar historias de duendes y aparecidos.

Tiempo de estantiguas y de ánimas al menguar los días y crecer las noches. Caminar de día que la noche es mía. Tan, tan, quien es.  Soy yo. Hijo, quien será a estas horas. ¿Quién se comió la asadura dura que había en mi sepultura? Aquellas voces eran mucho más inquietantes que una película de miedo.

Pero los chascarrillos que más prestaban eran las andanzas chistosas de alguno del pueblo como la de aquel hijo adolescente del zapatero de Tejares que se murió el año el hambre y los de su cuadrilla quisieron dar un susto a sus padres la noche de Santo Martino.

Urdieron, espabilados por la hambruna, una trama para que la voz del difunto sonase por el husillo del cocedero. Y, cuando el zapatero y su esposa rezaban el rosario, calentándose cabe los morillos, se oyeron golpes encima y una voz cavernosa que decía:

·       Tan tan.

·       ¿Quién va?

·       Madre, soy yo. Crescentino.

·       Ay hijo ¿pero no te habías y muerto y hubimoste dado ya cristiana sepultura?

·       Sí, madre, pero ya ve; estoy en el cielo con los ángeles y los arcángeles. Pues hoy san Pedro nos ha dado a los de este pueblo pase de pernocta para bajar a ver a los amigos.

·       ¿Te salvaste? ¿No estás condenado? Pues ¡qué bien cuanto me alegra! ahí en eso, rodeado de bienaventurados, ya ni sientes ni padeces

·       Salvé, madre, salvé. Lo que pasa es que en el cielo tambien pasamos mucha hambre. Y a eso vengo. ¿Queda en el arca algo de matanza? Si usted pudiera meter un poco de chorizo, un torreznillo. Compango o algún bodigo y colocarlos en el caldero ahí en eso, nosotros nos lo subíamos a escape y que se lo paguen las Ánimas Benditas.

·       Hijo, como no, ¡pues qué hacer!

La mujer el zapatero les preparó una buena merienda y los “difuntos” se la llevaron enseguida,  los jamones salían volando por los tejados.

Las visitas se sucedieron otras tantas noches, cuantas duró el novenario de san Martín. Los de la cuadrilla del recién fallecido se comunicaban a través de las paredes. El tío zapatero sentía ganas enormes de ver a su hijo en carne mortal y no por poderes, aun a sabiendas de que ya sólo era un espíritu puro.

En la última “visita” se atrevió a preguntarle:

—Hijo, querido, Crescentinillo del alma, ya sabemos que estás en la gloria, pero nos gustaría a tu madre y a mí verte en imagen. ¿No nos podías mandar un retrato desde ahí en eso? No sabemos si estas gordo, o estas flaco…

 —Ahora mismo, madre, si así lo deseas—dijo el amigo de Crescente,  co vox profunda de fantasma, el que se había zampado los chorizos y morcillas de la matanza de los padres del difunto—Ahí va mi foto

Enseguida, el intrépido  joven se baja los pantalones y se sienta de culo  sobre el hueco de la chimenea. Los dos viejos quedaron atónitos, al mirar para arriba

       —Ay hijo, ¡qué cara tan hinchada, que ojo tan profundo, se conoce que comes a dos carrillos!

Aquellos filandones entre risas carcajadas y semblanzas juegos de manos jácaras cantes y bailes o historias de almas en pena y aparecidos lo pasábamos a lo grande. No había tele y el único aparato radio del pueblo estaba en casa del médico, o del señor cura, lo que era un acicate para desarrollar la  imaginación. Cabía  buscarse la vida. Ello daba pábulo la literatura oral.

Unos chiquejos se tenían la tea sobre las baldosas del estragal, otros pasaban el rato con el adivina quien te dio, las mozas jugaban al pañuelo o a esconder el polvorón…

De aquellas veladas al amor de la lumbre del cocedero de la Tía Caya por San Martín, albergo la impresión de que surgieron grandes narradores en Membibre de la Hoz, el pueblo de mi padre, de cuyos labios escuché la conseja de los carrillos tan hinchados y el ojo tan profundo.

El bendito obispo de Tours desde las alturas debía de estar riendo de aquellas chanzas y perdonando nuestros atrevimientos picarescos. Una buena capa todo lo tapa.

Trasegando mosto nuevo de la uva recién pisada  honrábamos  a Cristo y a la tradición para dar con un canto en los dientes a los que entienden la religión como un tren de vía estrecha. Todo ocurrió hace muchos años, al comienzo de aquellos inviernos preteridos y de aquellas lunas que ya no alumbran nada…

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